JUEVES de la VII SEMANA DE PASCUA, (Tercera Semana del Salterio)
Pablo, prisionero, es llevado ante los ancianos y el Sanedrín de Jerusalén. El altercado entre fariseos y saduceos vuelve a aflorar. El tribuno se lo llevó al cuartel. Allí el Apóstol escucha la palabra del Señor: El testimonio que has dado en Jerusalén (…) tienes que darlo en Roma. Es una etapa más de su camino y forma parte de los sufrimientos que el Señor le mostró el día de su conversión: por causa del Nombre. Fue un largo camino el recorrido por Pablo, un camino que culminará en Roma con el último y mayor testimonio: el martirio.
La tercera sección de la “Oración Sacerdotal” está dedicada a los futuros discípulos, es decir, a nosotros. Los discípulos de todos los tiempos son u don del Padre para el Hijo y también del Hijo al Padre. Deben permanecer en la unidad y en el amor de la santa Trinidad. Son las últimas palabras del Señor a la Iglesia: desde ahora ya no habrá más, será el Espíritu quien recordará sus palabras y la guiará. Todo radica en un conocimiento de amor, de puro amor. Toda la misión del Verbo y del Espíritu radica en esas últimas palabras de Jesús a la Iglesia: Para que el amor que me tienes esté en ellos y yo en ellos. Este Amor, amor de ambos, es la persona del Espíritu Santo, sustancial al Padre y al Hijo.
Acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente. Aleluya.
(Hb. 4, 16)
¡Paz y bien!
& Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch. 22, 30; 23, 6-11)
«Tienes que dar testimonio en Roma»
& Salmo Responsorial (15)
«Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti»
X Lectura del evangelio según san Juan. (Jn. 17, 20-26)
«¡Que sean completamente uno!»