JUEVES DE LA IV SEMANA DE PASCUA, (Cuarta semana del salterio)
SANTA CATALINA DE SIENA, VIRGEN Y
DOCTORA DE LA IGLESIA.
PATRONA DE EUROPA
Santa Catalina de Siena murió en Roma, en el año 1380, a la edad de treintaitrés años. Se entregó desde muy joven a Dios, renunció al matrimonio y se incorporó a la Tercera Orden de Santo Domingo. Vivió profundísimas experiencias espirituales y místicas que trasparentó en una vida penitente y caritativa. También recibió el don de profecía y denuncia toda forma de mundanidad en la Iglesia. Trabajó por su unidad en tiempo del cisma de occidente y luchó por el retorno de los sucesores de Pedro a Roma. De su fecundidad espiritual y mística es fruto la obra Diálogo con la Divina Providencia, así como el compendio de su extenso epistolario. Incomprendida por algunos y entendida por muchos, creó una escuela de discípulos llamados “encatalinados” (Incaterinati).
Fue declarada Doctora de la Iglesia por san Pablo VI, Papa, junto con santa Teresa de Jesús (el 4 de octubre de 1970); y por razón de su servicio a la unidad de Iglesia y a la unión de los pueblos, fue declarada copatrona de Europa por el Papa san Juan Pablo II, junto con santa Brígida de Suecia y santa Teresa Benedicta de la Cruz (el 1 de octubre de 1999). Es patrona de Italia junto con san Francisco de Asís.
Santa Catalina forma parte de los pequeños y humildes de corazón a los que el Padre ha querido revelar los misterios del Reino. Ella por la oración, la gracia y la penitencia se introdujo en el conocimiento mutuo que tienen el Padre y el Hijo. De esta forma recibió la sabiduría -como don de lo alto-que ejerció en su mística y en su profecía. También en su amor a los pobres, Como doctora de la Iglesia, -esto es, “maestra de la Iglesia universal”- recibió la sabiduría divina como don para ser entregado a la Iglesia de todos los tiempos.
En su epistolario, en el Diálogo de la Divina Providencia y en la colección de oraciones de la santa, alude a la sangre preciosa de Cristo, recibida como don de redención en el bautismo y en la confesión. La sangre preciosa del Señor ocupa un lugar central en su mística. La sangre vista como el símbolo más alto del amor del Señor entregado en la Cruz. Por esta razón, el epígrafe de la primera lectura subraya la afirmación de la perícopa de la primera carta de san Juan: La sangre de Cristo nos limpia de nuestros pecados. Comprendió que todos los males del mundo y de la Iglesia vienen del pecado. También aprendió el valor incomparable de la sangre de Cristo, como precio de la redención, y desde la comprensión íntima y esponsal, exhortó y oró por la conversión de los pecadores, la purificación de la Iglesia… queriendo devolver la belleza a la Esposa de cristo (en sus pastores y sus fieles).
Santa Catalina de Siena vivó en la luz y en la verdad del Señor. Ella escribe a su confesor: “Anegaos, pues, en la Sangre de Cristo crucificado, bañaos en la Sangre y vestíos en la Sangre. Si habéis sido infiel, rebautizaos en la Sangre; si el demonio os hubiese ofuscado los ojos de la inteligencia, laváoslos con la Sangre; si hubieseis caído en la ingratitud por los dones recibidos, agradecedlos en la Sangre; si fueseis pastor vil y sin el cayado de la justicia, temperada por la prudencia y la misericordia, sacadlo de la sangre (…). Diluid en la sangre la tibieza y caigan las tinieblas en la luz de la Sangre, para que seáis esposo de la verdad y verdadero pastor y gobernante de las ovejas que se os han confiado (Carta 189). El bello salmo 102: Bendice alma mía al Señor, canta al Dios de la alianza compasivo y misericordioso, lento a la ira, rico en clemencia. Es la alabanza de santa Catalina, y con ella, la de toda la Iglesia, a Dios que nos ha dado a Jesucristo como víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero (primera lectura).
Si vivimos en la luz, lo mismo que Dios está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo limpia de todo pecado. Aleluya.
(1 Jn. 1, 7)
¡Paz y bien!
& Lectura de la primera carta del apóstol san Juan. (1 Jn. 1, 5 – 2, 2)
«La sangre de Jesús nos limpia de todo pecado»
& Salmo Responsorial (102)
«Bendice, alma mía, al Señor»
X Lectura del evangelio según san Mateo. (Mt. 11, 25-30)
«Has escondido estas cosas a los sabios, y las has revelado a los pequeños»
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