VIERNES DE LA III SEMANA DE PASCUA, (Tercera semana del salterio)
En el capítulo 9 de los Hechos de los Apóstoles aparece ya la figura del apóstol san Pablo. Lo primero, en la lectura de hoy, es su conversión. Cristo resucitado sale a su encuentro en el camino de Damasco. La luz fulgurante del Señor ciega a Saulo. Lo ciega por exceso, tal es la cantidad y la fuerza de esa luz. Recobra la vista cuando recibe la luz de la fe por el bautismo, es decir, cuando es capacitado para acogerla y asumirla. Como en la fiesta de su _Conversión, se canta el salmo más breve del salterio, el 116: Alabad al Señor todas las naciones. Es una gema preciosa el verso que contiene la Revelación: Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre.
En el texto evangélico, los judíos se preguntaban: ¿Cómo puede darnos ese a comer su sangre? Ellos murmuraban, nosotros (la Iglesia) no podemos murmurar porque sabemos todo lo que ha hecho el Señor para darnos su cuerpo y su sangre: entregar sin reserva su vida en la cruz. Y los cristianos sabemos que su pan es verdadera comida y su sangre verdadera bebida, sin ningún ápice de simbolismo, sino desde el realismo dogmático de la transubstanciación. Si no fuese verdadera no sería posible la inhabitación trinitaria uqe se realiza cuando un cristiano recibe la Sagrada Eucaristía. La Eucaristía es comunión con Cristo: habita en mí y yo en él. La preciosa frase: el que come vivirá por mí, se puede traducir por Cristo y para Cristo. Él vive por el Padre. Así termina Jesús su enseñanza sobre el Pan de Vida en la sinagoga de Cafarnaún.& Lectura del libro de los Hechos de los
Apóstoles. (Hch.
9, 1-20)
& Salmo Responsorial (116)
X Lectura del evangelio según san Juan. (Jn. 6, 52-59)
«Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida»