DOMINGO DE LA XVI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, (Cuarta Semana del Salterio)
Estoy a la puerta llamando -dice el Señor-: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos.
(Ap. 3, 20)
¡Paz y bien!
Domingo del rebaño sin pastor.
Así califica Jesús a la gente que le sigue y, a su vez, se declara a sí mismo como pastor enviado por Dios para reunir y cuidar amorosamente a su pueblo. Por él debe agotarse y darse hasta el extremo, incluso sin poder descansar. Jesús se entregará a sí mismo hasta el extremo en la Cruz. Esto contrasta con los malos pastores que Jeremías denuncia con duras palabras al principio de su oráculo (primera lectura). Jesús realizará el designio de Dios, como vástago legítimo de David que reúne las ovejas dispersas. Con razón el salmo no puede ser otro sino el célebre; El Señor es mi pastor, nada me falta. Si con él (el Señor) nada le falta, con Él lo tiene todo.
Así, pues, vemos como la figura de Cristo
como Pastor del Pueblo de Dios es el centro de la liturgia de hoy. En él se
cumple la profecía de Jeremías (primera lectura): “Yo mismo reuniré al resto
de mis ovejas de todos los países adonde las expulsé”. Cristo, en su vida,
ya fue Pastor siendo cercano a la gente (cf. Evangelio). Y mediante la cruz,
uniendo en uno solo a los pueblos -judíos y gentiles-, dio muerte al odio
(segunda lectura). Un solo rebaño y un solo pastor. Esta realidad espiritual se
hace presente en la Iglesia de la que están llamados a formar parte todos los
pueblos y en la que Cristo Pastor se hace presente especialmente a través del
sacerdocio ministerial.
& Lectura del libro del profeta Jeremías. (Jer. 23, 1-6)
«Reuniré el resto de mis ovejas, y les pondré pastores»
& Salmo Responsorial (22)
«El Señor es mi pastor, nada me falta»
& Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios. (Jer. 2, 13-18)
«Él es nuestra paz: el que de los dos pueblos ha hecho uno»
X Lectura del evangelio según san Marcos. (Mc. 6, 30-34)
«Andaban como ovejas que no tienen pastor»