JUEVES DE LA VIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, (Cuarta semana del salterio)
FIESTA DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, SUMO Y ETERNO SACERDOTE.
Esta fiesta no se encuentra en el calendario de la Iglesia universal: se celebra en las diócesis españolas desde el año 1973. Es fruto de la doctrina del Concilio Vaticano II sobre el sacerdocio de Cristo, que se manifiesta en la Iglesia en el doble sacerdocio (el ministerial y el de los fieles) que se distinguen no por una diferencia de grado, sino de esencia. En muchas diócesis es una jornada sacerdotal.
Se proclama la institución de la Eucaristía según Marcos. El Señor ciertamente no volverá a beber el fruto de la vida en este mundo, pero la Iglesia beberá el vino nuevo en el Reino de Dios en la Eucaristía. Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía ya está en el Reino de Dios, sub sacramento. Un Reino que es realidad por la Resurrección de Cristo. En la Eucaristía el Señor ejerce su sacerdocio sumo y eterno. La Eucaristía es el sacramento por el cual va perfeccionando definitivamente a los que van a ser santificados (según la carta a los Hebreos proclamada). Los hermanos que han recibido el sacramento del Orden (presbíteros y obispos) significan in medio ecclesiae el sacerdocio de Cristo. El sacramento del Orden pertenece a la Nueva Alianza que Cristo selló con su sangre y que Jeremías, citado en la misma carta a los Hebreos, había anunciado. La respuesta del salmo proclama el sacerdocio de Cristo según el orden de Melquisedec. La carta a los Hebreos da una bella e interesante interpretación de estas palabras (Hb. 7, 1-3): Melquisedec, junto a Abel y Abraham, son nombrados en el Canon romano para significar que la ofrenda eucarística es la plenitud de todos los sacerdocios. Una ofrenda que se hace presenta en la Mesa eucarística. La Eucaristía, según la teología dogmática, es presencia y sacrifico. Los ministros ordenados dan corazón, palabra y gesto al mismo Señor, que toma el pan, da gracias al Padre (anáfora), lo parte (fracción) y lo da a su Iglesia (comunión). Esto implica participar de la obediencia del Hijo y tener parte en sus sufrimientos, como canta el verso del aleluya. Con el bautismo (confirmación) y la Eucaristía se constituye y se manifiesta el sacerdocio real y profético de toda la Iglesia. La solemnísima antífona de entrada (Hb. 7, 24) lo proclama: “Cristo, mediador de la nueva alianza, como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa”. Es digno de meditarse el Prefacio de la Misa (es el Prefacio de las Ordenaciones) por la belleza teológica de su contenido.
Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo -dice el Señor-.
(Mt. 28, 20)
¡Paz y bien!
& Lectura del libro del Eclesiástico. (Eclo. 36, 1. 4-5a. 10-17)
«Que sepan las naciones que no hay otro Dios fuera de ti»
& Salmo Responsorial (78)
«Muéstranos, Señor, la luz de tu misericordia»
X Lectura del evangelio según san Marcos. (Mc. 10, 32-45)
«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del Hombre va a ser entregado»
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