MARTES DE LA III SEMANA DE PASCUA, (Tercera semana del salterio)
Sin ningún temor, Esteban arguye contra sus acusadores: Siempre resistís al Espíritu Santo. Sin piedad se lo quitan de en medio lapidándolo fuera de la ciudad (como con Jesús). El Señor concedió a Esteban una muerte semejante a la suya, con una única diferencia: su plegaria es cristológica (Jesús recibe mi espíritu). También, como Él, murió perdonando: Señor, no les tengas en cuenta este pecado. Las capas las dejan a los pues del joven llamado Saulo y con ello se expresa el principio que más tarde formulará Tertuliano: “la sangra de los mártires es semilla de cristianos”. Se canta el salmo 30 con el versículo que el Señor recitó desde la cruz: A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En el evangelio, Jesús dice claramente que Él es el Pan de Vida, capaz de saciar el hambre y la sed insaciables del ser humano, anhelante y buscador del Dios vivo. El pan del desierto, el que dio Moisés, era solo una figura del pan que el Padre da para la vida del mundo. Los discípulos suplican: Señor, danos siempre de este pan. Con el mismo tono y sentido que la samaritana suplica al Señor: Dame, Señor, siempre de esta agua (Jn. 4, 15).
Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Aleluya.
(Rm. 6, 8)
¡Paz y bien!
& Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch. 7, 51-8, 1a)
«Señor Jesús, recibe mi espíritu»
& Salmo Responsorial (30)
«A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu»
X Lectura del evangelio según san Juan. (Jn. 6, 30-35)
«No fue Moisés, sino que es mi Padre el que da el verdadero pan del cielo»